En el marco de una relación terapéutica con adolescentes, un vínculo experimentado como seguro y confiable, permite que los pacientes exploren y simbolicen aspectos relacionados con la autonomía y la identidad, que establezcan los límites necesarios en sus relaciones interpersonales de tal forma que estas puedan ser auténticas y espontáneas, viviendo desde las elecciones individuales, autónomas y responsables.
El proceso de asumirse como adulto, renunciar a las idealizaciones y a las dependencias de la infancia puede ser un proceso turbulento que conlleva cierto grado de angustia y de emociones contradictorias, por lo que requiere que el abordaje terapéutico sea llevado a cabo con sensibilidad, en el que el terapeuta pueda ser percibido por el paciente como un otro, constante y predecible, no parental, que no juzga y que está dispuesto a transitar los caminos hacia la identidad adulta con el paciente.
Reiteradamente en la consulta individual y en poblaciones universitarias, aunque no exclusivamente, se observa una constelación de conflictos asociados a los procesos de desarrollo normal. Es importante poder identificar temprano en el proceso diagnóstico los conflictos propios de la transición adolescente y los recursos psíquicos de los sujetos, Diferenciarlos de otros diagnósticos más complejos que requieren otra indicación terapéutica y trabajo transdisciplinar.